Comentario del San Lucas 19:28-40
Para interpretar Lucas 19:28–40 vamos a situar el texto en su contexto lógico cercano a partir del v. 11c, en que se nos dice que “pensaban que el reino de Dios se manifestaría inmediatamente” (“reino de Dios,” en el original griego es basileia tou theou), y luego Jesús cuenta la parábola sobre el noble que recibiría un reino. También vamos a comparar nuestro texto con las perícopas paralelas de los otros tres evangelios.
Desde el v. 11 hasta el 40 sobresalen las isotopías de “reino” con los sustantivos “reino” (basileia en el original) en v. 11c, v.12c y v. 15b, y “rey” (basileus en el original) en v. 38b y con distintas formas del verbo “reinar” (basileu en el original) en v. 14c y v.27b. Se destaca también el sentido de señorío, representado por el término “Señor,” o sea, supremo en autoridad (kúrios en el original), al referirse al noble, mencionado en v. 16, v. 18, v. 20 y v. 25, así como la autoridad indiscutible de Jesús que es reconocido como Señor y Soberano en v. 31, v. 34 y v. 38. De ahí que, el Señor, que es supremo en autoridad, también es reconocido y aceptado como Rey. Por eso, tiene la potestad de condenar (v. 27), es bendito y viene en el Nombre del Señor y, de manera elocuente y teológica, se le ovaciona con el término “Hosana,” es decir, “salva” o “sálvanos ahora,” según Mateo 21:9, Marcos 11:9 y Juan 12:13.
En los vv. 35–38 se lee entre líneas una gran tradición antigua sobre la coronación de un rey (1 Reyes 1:33–48; 2 Reyes 9:13; 2 Samuel 18:9, entre otros). Los rituales que se contemplan, tanto en los pasajes del Antiguo Testamento como en la perícopa que nos ocupa, son muy similares. Hay un reconocimiento público, con aclamación de la realeza y autoridad de los personajes.
El uso de “mantos” es muy significativo como símbolo de homenaje, así como la acción de montar un animal como señal de autoridad y reconocimiento y las ovaciones de las multitudes. Aunque la naturaleza de la realeza difiere, todos los pasajes convergen en la afirmación de la autoridad real. En el evangelio se destaca la figura de un asno al que nadie había montado aún (v. 30), como representación de humildad y de paz. De acuerdo con la tradición judía, dicha figura señala un sentido muy sublime y mesiánico, por haber sido reservado para uso especial, de un ser divinamente singular, aspecto que es respaldado por la profecía de Zacarías 9:9.
Con estos contenidos de “reinado” y “señorío” nos encontramos frente a una propuesta mesiánica indiscutible, con alto sentido político. Sumado a esto, la palabra “reino” aparece en los evangelios más de 100 veces.
Por otro lado, es de hacer notar que en el período intertestamentario se fortalece la esperanza mesiánica, el ideal del pueblo en una era de oro, en la que todas las glorias de Israel serían restauradas, conocida también como la “era de justicia y paz.” Cuando se habla de ese tiempo de gloria se percibe a un líder, descendiente de David, encabezándola. El pueblo mantiene en su memoria histórica el reinado de David, como el propio gobierno de Dios, con la justicia y la paz como sus fundamentos. Por eso, el mesías esperado es un personaje que ha sido apartado para un propósito específico. En el primer siglo, la esperanza de que el reino terrenal del mesías los libraría de sus enemigos estaba en su efervescencia.
Esta es la expectativa que se tiene cuando Jesús aparece en escena. Según Lucas 18:38–39 se le identifica como el “Hijo de David,” y Mateo 21:9 pone en labios de la multitud una frase altamente teológica, con la cual lo ovaciona: “¡Hosana al hijo de David! [Hosanna tō huiō Dauid, en el original.] ¡Bendito el que viene en el Nombre del Señor!”
“¡Hosana!,” que significa “salva ahora,” es la añoranza de un pueblo que se siente condenado y oprimido. ¿En qué sentido? El contexto descrito deja entrever una opresión sociopolítica, cuyo sustrato político se presenta como la propuesta de la perícopa.
A lo largo de la historia, los pueblos han anhelado gobiernos de paz y justicia, conducidos por un dirigente bendecido y con autoridad suprema. La ascensión de un nuevo monarca profundizaba en la gente la esperanza y, a su vez, la inauguración de una era de paz y justicia.
¿Qué hacen las masas sedientas de salvación en las calles, aclamando a un rey de quien esperan justicia y paz? Por las descripciones que el mismo evangelio nos regala, son desempleados, gente sin oportunidades, enfermos, con hambre y oprimidos de diversos modos. Esta misma esperanza es la que lleva a nuestros pueblos latinoamericanos a elegir autoridades, cada período de elecciones, con la expectativa de traer justicia y paz a sus naciones.
América Latina también espera una era dorada, en la que quienes anhelen el poder abracen la verdadera política, entendida como la organización de la polis (ciudad), y busquen el bien común (amor al prójimo). Políticos que lleguen al poder para administrar los recursos del Estado y asegurar que sean desplegados en las distintas instituciones que sirven al bien común, tales como la educación, salud, economía, seguridad, etc., y un pueblo que pueda tener un respiro de libertad y de salvación; que no haya necesidad del éxodo masivo hacia otros países, especialmente al norte en busca de un sueño y de las oportunidades que la gente no encuentra en los países de origen.
Se necesitan “políticos benditos”, con la mentalidad del Reino, y que su único objetivo sea beneficiar al pueblo, instalando justicia y paz.
¿Cómo logramos esa era dorada para nuestros pueblos? Que una educación fundamentada en valores y civismo inicie en los hogares de cada latinoamericano. Esta educación debe fortalecer el amor al prójimo, derrocando la indiferencia, muy característica del egoísmo farisaico (v. 39). Si hacemos bien el trabajo, surgirán nuevas generaciones libres de indiferencia, que darán paso a una nueva clase política cuyo fin supremo sea el bien común, manifestando así el amor al prójimo. Sabemos que siempre habrá quienes se resistirán a ceder el poder, pero esto no debe mermar nuestra esperanza. Trabajemos incansablemente para que la justicia y la paz prevalezcan en nuestras naciones.
Oremos y trabajemos para que quienes lleguen al poder sirvan al pueblo y no se sirvan de él.
¡Señor, que venga a nosotros tu Reino!
April 13, 2025