Comentario del San Juan 12:1-8
En el reducido espacio que se dispone no es posible entrar en muchos detalles para demostrar que las perícopas de Mateo 26:6–13 y Marcos 14:3–9 narran el mismo episodio que se nos cuenta en Juan 12:1–8, con las diferencias propias de cada autor y las fuentes consultadas. En ese sentido, nos remitiremos a tanto a Mateo como a Marcos al reflexionar sobre la perícopa de Juan que nos ocupa.
Existen opiniones diversas sobre el propósito de la cena que se lleva a cabo en honor a Jesús. Por un lado, se opina que es en agradecimiento a la resucitación de Lázaro; por otro, se dice que se debe a la curación de Simón el leproso mencionado en Mateo y Marcos. Es probable que hayan sido ambas razones.
Asimismo, podríamos preguntarnos sobre el lugar, si se dio en la casa de Simón, mencionada tanto en Mateo como en Marcos, o en la casa de Lázaro y sus hermanas. Sin embargo, el fin de los evangelios no es distinguir la razón ni el lugar, sino destacar lo esencial del relato. Y lo esencial es la mujer y el acto trascendental que realiza. En Mateo 26:13, Jesús mismo hace una declaración para los presentes sobre el acto y la memoria de la mujer que trascenderán a todos los tiempos: “De cierto os digo que dondequiera que se predique este evangelio, en todo el mundo, también se contará lo que esta ha hecho, para memoria de ella.” ¡Jesús le da una relevancia universal, trascendiendo las limitaciones culturales y temporales! ¡La lleva del anonimato a la memoria eterna!
Diversos enfoques se prestan para abordar la polisemia de este pasaje. Aquí se resaltará la acción de la mujer y la reacción de Jesús, así como la impulsividad de Judas. Este énfasis es para mí la propuesta indiscutible del pasaje.
El evangelio de Juan proporciona un dato importante. La mujer tiene nombre: es María, la hermana de Lázaro (vv. 1–2). Destaca la profunda devoción y generosidad de la acción. Ella derrama una gran cantidad de “perfume de nardo” (en el original griego, mýrou nárdou), para ser exactos, “una libra,” lo que era en extremo valioso, pues equivalía a un año de trabajo.1 Por eso la reacción de Judas, quien critica el desperdicio del perfume y hace aflorar la avaricia y egoísmo que se oponen a la generosidad y devoción de María.
En la sociedad y cultura judía del primer siglo, la mujer estaba relegada cultural, social y políticamente, entre otras. No podía ser sujeto de la historia. Desde lo religioso, eran los varones quienes accedían a la revelación y a la devoción, especialmente en el templo. La mujer era educada para permanecer callada, reservada, y si se mantenía en el anonimato, mejor. El contacto cercano con un varón fuera de su familia atentaba contra su recato y pudor. En ningún momento se esperaba que una mujer se soltase el cabello en público y menos que enjugara con él los pies de un varón. Eso significaría el acabose.
Esta escena es extraordinariamente revolucionaria. María, lejos de ser sumisa, esconderse y permanecer en silencio, rompe los moldes tradicionales de la cultura y toma la iniciativa, ante las miradas de asombro e incomodidad de todos. Niega su “yo social” que se alimenta de las evaluaciones y aprobación de los demás y se deja llevar por su “yo esencial” que se fundamenta en el valor intrínseco de todo ser humano.
Judas, por su parte, representa el rol masculino de incomodidad y desaprobación que se esperaba, pero Jesús subvierte los valores culturales al valorar y validar el acto de María, dándole un significado profundo a su acción. Su defensa muestra un reconocimiento de su valor y su devoción, independientemente del género. Como es muy común, la ética de Jesús está basada en la inclusión de las personas marginadas. Con su aceptación del acto de María y la interpretación de que había guardado el perfume para el día de su sepultura, Jesús eleva la acción de esta mujer a un nivel de importancia profética. “Déjala, para el día de mi sepultura ha guardado esto” (v. 7b). Jesús le da un nuevo valor a la mujer y a sus actos en una sociedad que la relegaba.
El texto desafía la exclusión de las mujeres de los roles de liderazgo de participación religiosa y pública. También agrega un punto distintivo, al que se le ha prestado poca atención. La mujer (María) parece poseer un conocimiento de la inminente muerte de Jesús. Su acto de ungirlo con perfume costoso adquiere un significado especial a la luz de las palabras de Jesús sobre su sepultura. Esto trasciende la comprensión ordinaria y es una característica distintiva de los profetas. Es un acto simbólico, cargado de significado; la forma común en que los profetas transmiten sus mensajes. Además, la valentía de esta mujer para actuar en contra de las expectativas sociales refuerza su papel como profeta.
Jesús deja claro que la profecía no está limitada por el género. El reconocimiento y valor profético de la mujer es elocuente. Demuestra que las mujeres poseen una sabiduría espiritual única y necesaria.
Conclusiones
María invita a las mujeres de hoy a confiar en su propia intuición y a alzar su voz para compartir sus perspectivas, dones y talentos con el mundo. Su valentía inspira a desafiar las normas injustas y a luchar por la igualdad en oportunidades y la justicia. Empodera a las mujeres de hoy a ser agentes de cambio en sus comunidades, abogando por la equidad y la inclusión en todas las esferas.
La generosidad y la verdadera devoción siempre triunfarán sobre el egoísmo y la avaricia. Esta generosidad, vista desde el reconocimiento y valor que demos a los/as demás como poseedores/as de la imagen y semejanza de Dios (como lo hace Jesús), y con la disposición para compartir lo mejor de nosotros/as mismos/as, incluyendo nuestras posesiones cuando sea necesario.
Cuando las normas sociales y religiosas sean injustas y atenten contra los valores fundamentales de todo ser humano, deben ser desafiadas.
Notas
- Un denario representaba el salario diario de un trabajador. De ahí que trescientos denarios, que es el valor que Judas le atribuye al perfume, equivalía a un año de trabajo.
April 6, 2025