Lectionary Commentaries for April 19, 2025
Vigilia Pascual

from WorkingPreacher.org


Evangelio

Comentario del San Juan 20:1-18

Iris Barrientos

[¿Buscas un comentario sobre San Lucas 24:1–12? Fíjate en este comentario para la Resurrección de Nuestro Señor de Nelson H. Rabell-González.]

Juan 20:1–29 representa una sola unidad literaria y temática. Todas las escenas ahí mencionadas giran alrededor del acontecimiento de la resurrección de Jesús; a pesar de ello, llaman poderosamente la atención las propuestas que se desprenden del tema principal. Gran parte del contenido está centrado en María Magdalena. Aunque los demás evangelios mencionan el nombre de otras mujeres (Mr 16:1; Mt 28:1; Lc 24:1), es probable que el autor del evangelio de Juan asuma que la comunidad a la que escribe conoce esa tradición. Así que, solamente se enfoca en María Magdalena. ¿Por qué en ella? ¿Por su protagonismo? ¿Qué mensaje desea trasmitir?

Los evangelios nos proporcionan datos importantes sobre esta mujer, que arrojan luz sobre la temática expresada. Se dice que Jesús expulsó de ella siete demonios (Lc 8:2; Mr 16:9).  Luego, se la ve formando parte del grupo de mujeres que seguían y sostenían el ministerio del Señor con sus bienes (Lc 8:2–3). Estuvo en la crucifixión, cerca de la cruz (Mt 27:55–56; Mr 15:40–41; Jn 19:25), y junto con otras mujeres observó dónde fue sepultado Jesús, permaneciendo muy cerca (Mt 27:61; Mr 15:47). Curiosamente, de ninguno de los discípulos se puede dar tal informe de perseverancia, lealtad y fidelidad al Señor. No obstante, si vemos el otro lado de la moneda, no olvidemos que María Magdalena es mujer y que, por solo serlo, toda la cultura y la sociedad la aplastan. Además, se le distingue entre las mujeres por ser la persona de la cual Jesús expulsó siete demonios. Esto agrega un estigma más, profundizando su estado de opresión. De ahí que, si quisiéramos conocer a un personaje paradigmático para representar a las personas en completa discriminación, María Magdalena sería la elegida.

Llama la atención que, desde el v. 1 hasta el v. 18, ella es el personaje principal. Las descripciones de la narrativa sobre María Magdalena contradicen el imaginario cultural sobre la mujer. Contra todo mito de pasividad, indecisión y cobardía, se le suma a su protagonismo en el ministerio de Jesús el hecho de ser la primera en llegar al sepulcro, muy de madrugada, por su propia cuenta. Al parecer, no espera el beneplácito de los varones (apóstoles). Ella es una mujer decidida e incisiva. Es a ella a quien se le aparecen los ángeles y no a los discípulos. Es la elegida por Jesús para aparecerse por primera vez después de la resurrección.

En contra de los estereotipos de mujer sentimental y llorona, mal vistos en aquel momento, ella recibe atención y consideración de los personajes divinos (ángeles y el mismo Jesús), que indagan empáticamente sobre las causas de su llanto, haciendo la misma pregunta inquisitiva: “Mujer, ¿por qué lloras?” (vv. 13 y 14). Ella busca e investiga incansablemente sobre el paradero del cuerpo de su Señor, hasta lograr su objetivo. Jesús la valora de forma exponencial al llamarla por su nombre materno en arameo1: “¡Mariam!” (muy familiar). “¡Raboni! (afectuosamente: “mi maestro”), exclama ella, dirigiéndose a Jesús con familiaridad y confianza, dejando al descubierto su autoestima positiva. Como si esto fuera poco, contrario a la cultura que minimizaba el testimonio femenino, ella es la primera testigo ocular de la resurrección y elegida por Jesús como “la apóstol de los apóstoles,” al ser enviada para entregar a los discípulos el mensaje más importante de la fe cristiana (v. 17).

María Magdalena transita de ser una mujer oprimida y marginada a ser sanada por Jesús, convirtiéndose en una figura central y valiente, que se destaca por su apoyo, lealtad inquebrantable y el honor único de ser la primera anunciadora de la resurrección, reconocida como “apóstol de los apóstoles.” Se vuelve sobreviviente al tener un encuentro y relación directa con Jesús. Esa acción transformadora es posible gracias a la receptividad y colaboración de parte de ella, que la llevan a experimentar una liberación plena, trascendiendo incluso la cultura opresiva que buscaba hacerla desaparecer.

Junto a esta gran propuesta, encontramos otras muy fundamentales para el cristianismo:

  1. Una vida trasformada

La pasión y la crucifixión muestran el límite del dolor humano, sentido hasta lo más profundo por Jesús. Su cuerpo cargó con todo eso, lo enterró, ¡para regalarnos con su resurrección una nueva vida! Una vida donde todo ha sido transformado. Lo viejo se quedó atrás. Ahora podemos vivir de verdad, sin que nada nos aplaste, sin que ninguna fuerza nos quite la libertad.

  1. La humanidad y la divinidad: fundamentos de la salvación

La encarnación de Jesús es vital para entender la redención. Sin encarnación no hay resurrección y sin esta no hay salvación. Por eso, el anuncio de la testigo ocular (María Magdalena), conjugado con el acto de Jesús al presentarse de repente en la habitación y mostrar las marcas en sus manos como evidencia, no puede tomarse a la ligera. Los aspectos divino y humano de Jesús quedan demostrados. Con ello, se echa por tierra al docetismo, creencia de la época, que rechazaba la unión de la divinidad y humanidad de Jesús, argumentando que, si fue humano, entonces no pudo ser divino, y viceversa. Por eso, frente a un Cristo resucitado, Tomás exige las evidencias que testifican la humanidad del Señor (vv. 20; 25c; 27–28).

  1. La comisión apostólica de la iglesia

La declaración de Jesús en Juan 20:21 (“Como me envió el Padre, así también yo os envío”) establece un paralelismo fundamental que define la misión de la iglesia. Esta comisión implica que la comunidad de fe acoge el proyecto vital de Jesús. Dicho proyecto, iniciado con la encarnación, abarca la realidad del sufrimiento y la muerte humana, con la finalidad última de propiciar una resurrección hacia una existencia plena. Este proceso de transformación se efectúa en el seno de la comunidad, entendida como la familia de Dios. ¿Cómo se logra? Aquí radica la clave: el mismo que envía, capacita y equipa de forma innegable con el don del Espíritu Santo (Juan 20:22) para llevar a cabo esta trascendental misión es quien garantiza su cumplimiento.

  1. La comunidad

Jesús resucitado da origen a una nueva comunidad a la que comisiona para continuar su proyecto con la autoridad delegada. Esta comunidad se define como una gran familia, unida por su común filiación a Dios, el Padre, lo que establece un vínculo fraternal significativo entre sus miembros, a los cuales Jesús llama hermanos (v. 17). En esta comunidad no hay barreras. La opción de Jesús por las personas marginadas es elocuente y María Magdalena es el mejor paradigma que las representa. La resurrección de Jesucristo no es simplemente un evento aislado. Es el inicio de una nueva creación, la comunidad de fe, que es un espacio en el que caben todos/as (Gálatas 3:28).


Notas

  1. Véase Hendriksen, William, Comentario del Nuevo Testamento: Exposición del evangelio de San Juan (Libros Desafíos: Grand Rapids, 1981), 555n434.