Domingo de Ramos (Domingo de la Pasión)

La respuesta de Jesús a la violencia, el racismo, la xenofobia y el colorismo

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April 13, 2025

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Comentario del San Lucas 22:14—23:56



El evangelista Lucas en su narrativa sobre la pasión de nuestro Señor Jesucristo enfatiza la fe, la humildad y la santidad de Jesús, aun en medio de los ataques de sus oponentes y de quienes le traicionaron y abandonaron. El Jesús del evangelista Lucas, como el cordero que era sacrificado en la Pascua judía (22:7), da su cuerpo y sangre para el perdón de los pecados de la comunidad que se reúne en su nombre (22:17–20). Aun uno de los doce apóstoles que traiciona a Jesús, Judas Iscariote, participa de la cena sacramental instituida por Jesús. Este momento de la última cena nos recuerda las palabras del Salmo 23:5, donde el salmista describe cómo Dios le exalta con un banquete aun frente a sus enemigos y oponentes. Podríamos decir que esta cena de Jesús con sus seguidores es una afirmación divina hacia Jesús, quien a su vez usa su exaltación para ofrecerla de vuelta a su comunidad. Lucas siempre enfatiza a un Jesús solidario que puede ser descrito fielmente como un servidor divino tanto para la comunidad de creyentes como para quienes no le aceptan y son sus enemigos.

A pesar de que los opositores de Jesús procuraban su muerte, Lucas nos recuerda en su narrativa que Jesús nunca condonó la violencia ni la muerte como método de implementar la justicia (22:38, 49–51). Al contrario, Lucas nos recuerda que durante la última cena Jesús denunció la opresión y el abuso de la autoridad por parte de quienes gobiernan el mundo y tienen poder y privilegio (22:24–30). Jesús, en la teología lucana, es el servidor por excelencia, ya que sirve sin esperar nada a cambio.

La crítica al abuso del poder por parte de Lucas puede apreciarse a través de todo su evangelio. Desde el nacimiento de Jesús en el humilde pesebre en Belén (2:7) y pasando por las palabras revolucionarias y proféticas de María de Nazaret (1:46–55) y Juan el Bautista (3:7–20) y otros textos de Lucas, podemos apreciar la fuerte denuncia divina del abuso del poder y la autoridad. Ante la violencia humana y la injusticia, Lucas nos recuerda que Jesús denunció la opresión viviendo de manera consagrada a Dios a través de la oración y la obediencia a la voluntad divina. Por eso, luego de recordarles a sus discípulos que la espada no es la solución (22:38), Jesús sale de la ciudad y se va al Monte de los Olivos a orar (22:39). En ese momento intenso de comunión entre Dios el Padre y Dios el Hijo, Jesús ora fervorosamente vaciando su alma ante Dios y es confortado por un mensajero divino (22:43), que le recuerda que, ante la copa amarga que iba a beber, no estaría solo.

El acompañamiento divino en la pasión de Jesús es una parte importante que el evangelista Lucas no quiere que pasemos de largo.

Lucas ha creado un drama teológico que demuestra lo trágico y profundo de la maldad humana. Luego de su arresto, en el patio de la casa del sumo sacerdote, Jesús, como enviado de Dios, experimenta el racismo y xenofobia de aquellos cercanos al poder y de las autoridades religiosas de su propio pueblo (22:58–59). Este aspecto de la narrativa me recuerda el racismo y colorismo que existe en nuestros países de origen debido a la colonización llevada a cabo por el imperio español y otras potencias europeas. Pedro, quien era galileo como Jesús, es identificado por su apariencia física y por su acento por personas que trabajan para el sumo sacerdote. Es importante recordar que los galileos pronunciaban algunas palabras del arameo y del hebreo de manera diferente a los judíos de Judá (Mateo 26:73).

En nuestra Abya Yala (Continente de América), las personas afrodescendientes e indígenas son marginadas debido a su cultura y su color de piel. El colorismo es una realidad en el Caribe y en todo el continente americano. Si negamos esta realidad, hacemos lo mismo que hizo Pedro cuando negó conocer a Jesús (22:61). Lamentablemente, muchos de nuestros países de origen glorifican la herencia española y europea, pero no les asignan el mismo valor a los legados de las comunidades indígenas y afrodescendientes. Es importante que conectemos la experiencia en el patio de la casa del sumo sacerdote con la experiencia vivida por las comunidades marginadas en nuestro mundo. Recordemos que Pedro, al igual que Jesús, fue víctima de la xenofobia y colorismo de su época. Simplemente por ser galileo y seguidor de Jesús se le asoció con todos los prejuicios falsos que existían entonces contra la comunidad de Galilea (Juan 1:44–46).

Durante el arresto, juicio y crucifixión de Jesús, Lucas enfatiza el silencio de Jesús ante los poderes terrenales incapaces de tratarle justamente y que ceden ante la presión de los opositores de Jesús. Jesús no responde a la burla y maltrato por parte de las autoridades religiosas, el pueblo y los gobernantes con violencia o insultos. El evangelista Lucas una y otra vez a través de la narrativa nos invita a que ponderemos la negativa de Jesús a usar la violencia como instrumento de justicia. La respuesta de Jesús ante la maldad humana es el perdón (23:34).

Lucas nos da un anticipo de la plena vindicación de Jesús en la resurrección mediante la validación proveniente de varios personajes que representan a varios grupos sociales y contextos diferentes. Estos son: el criminal que pide estar con Jesús en el paraíso (Lucas 23:40–43), el centurión romano (23:47), José de Arimatea (23:50–54) y las mujeres que eran discípulas de Jesús (23:55–56). La voz de Dios comienza a anunciar la buena nueva a través de estos personajes.

Jesús es crucificado por los poderosos de su tiempo, quienes, de manera opuesta a los valores del reino de Dios, oprimieron de manera autocrática y perversa al Hijo de Dios. Por eso, en la mesa del reino de Dios, la Santa Eucaristía, el poder y el honor son invertidos.  En esta simple cena, la gloria y honra se encuentran, no en las riquezas y el poder, sino en el honor de ser invitados/as por aquel que nos invita a servir al prójimo en necesidad en su nombre.